jueves, 14 de enero de 2010

Una Grabación con Historia - Capítulo III




ESA TOMA HAY QUE REPETIRLA

La hora de la verdad llegó el día 1 de febrero de 1999. Músicos, ingenieros, asistentes y productor nos trasladamos con nuestros pertrechos a los recién estrenados Estudios Abdala,  de  Silvio Rodríguez, situados en el habanero barrio de Miramar. Allí íbamos a permanecer  más de un mes con un solo propósito, plasmar en un álbum y con la mayor fidelidad posible el proyecto de un joven músico de 91 años.

           En este momento se añadieron al grupo Vionaika Martínez y Mayelín Pérez, dos voces de una belleza fuera de lo común; Lázaro “Fino” Rivero, contrabajo; Rey Guerra, guitarra; el veterano Alejandro “Andito” Rodríguez, percusión menor y coros,  y Julio Iznaga, percusionista durante muchos años de la Orquesta Aragón. La primera impresión no puede ser más positiva, el repertorio ya está maduro y se podría empezar a grabar desde la primera sesión con suficientes garantías. Virgilio “El Gallego” Fernández, técnico de confianza también  de nuestros amigos Santiago Auserón y Raimundo Amador, toma notas tema por tema y estudia cada detalle. Hay que preverlo todo antes empezar.

A las once de la mañana comienza la grabación. La canción elegida para romper el hielo es "Viejos Sones de Santiago", un popurrí que  ha compuesto con fragmentos de sones tradicionales poco conocidos. Todo parece bajo control, pero a última hora  el maestro ha decidido introducir algunas modificaciones y hay que rehacer todo lo ensayado anteriormente. Por si fuera poco, Compay propone grabar con todos los músicos en directo,  "sin telefonitos ni boberías de esas, como  lo hacíamos antiguamente" (Compay llamaba "telefonitos" a los auriculares). 

Tenía su punto de razón, las grabaciones con todos los músicos en directo son  más cálidas y  ganan en naturalidad, pero técnicamente plantean muchos problemas  e inevitablemente se sacrifican  aspectos fundamentales como la mezcla y el equilibrio dinámico, además de complicar enormemente  la edición. Compay estaba acostumbrado a grabar así desde los años 30, todos los músicos rodeando un solo micrófono y en una sola toma porque las placas eran muy caras y servían para un solo uso.  Si no salía bien a la primera, mal asunto. Hoy, con lo mejor de  las últimas tecnologías a nuestra disposición,  lo más sensato sería grabar los instrumentos en pistas independientes. De este modo,  la mezcla y la edición se realizan con las mayores garantías. Finalmente decidimos adoptar una solución salomónica, primero grabamos una base rítmica, después  las  voces y la guitarra  y, finalmente, el resto de los elementos uno a uno. 

Tras los primeros intentos el resultado no es del todo satisfactorio, le falta la energía de la versión ensayada en los días previos. La rigidez del estudio pasa factura en los primeros intentos. Horas después, más relajados,  conseguimos una toma excelente. Las voces de Mayelín y Vionaika suenan a coro de ángeles y Compay se muestra  encantado con el resultado: “¡Esto si estuvo sabroso, eeechaaa!.

Al finalizar la mejor toma de la mañana reunimos a todo el equipo para escuchar el resultado. Ya tenemos un tema grabado. Pero mientras todo el mundo se felicitaba por el éxito, Pío Leyva permanecía impasible, cruzado de brazos, con su puro prácticamente consumido amenazando quemarle los  labios y moviendo la cabeza de un lado a otro con un gesto de desaprobación. “¡No, Chico, no… esa toma hay que repetirla, señore!”. Tras el desconcierto incicial, Pío señala con el dedo índice una botella de ron añejo, que alguien había dejado en el suelo y repite de nuevo: “¡Digo que esa toma hay que repetirla, caballeeeero, traigan vasos pa to`l mundo!”. Dicho y hecho, cada cual tomó su vaso para brindar con un  trago de ron a palo seco siguiendo el acertado consejo de Pío.

Por cierto,  Pío Leyva, su vida, su personalidad y su obra  merecen un capítulo aparte y estoy pensando que, sin ir más lejos, va a ser  el próximo. Atentos.

Continuará...





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