domingo, 31 de enero de 2010

Una Grabación con Historia - Capítulo IV



Parar, Templar y Mandar



Pío Leyva  nació y vivió cubano, pero esa clase de cubano que de haber sido  trasplantado a Cádiz hubiera pasado totalmente desapercibido. Ni siquiera destacaría el color de su piel entre los vecinos del Barrio de La Viña, he visto mariscadores en La Caleta más morenos que él y hasta su acento podría pasar por el de cualquier vecino del Corralón de Los Carros. En cuanto a  su arte y su gracia le hubieran hecho acreedor a los mismos honores que Enrique El Mellizo, Ezpeleta, Aurelio, El Beni de Cádiz, Pericón, Chano Lobato...  los héroes populares gaditanos. A mayor prueba de parentesco, en Cuba, el sobrenombre de Pío es “El Mentiroso”. Quién no recuerda a Chano Lobato contar los embustes de Pericón,  que este a su vez  atribuía a Ezpeleta, y a saber de quién  los escuchó Ezpeleta. Si Pericón, creyendo que había picado en su anzuelo  una mojarrita  de 50 kilos, pescó un farol de los fenicios,  ¡encendido!;  Pío Leyva pescó  en alta mar un caimán con un caballo durmiendo en el buche. 

Y más les quiero aclarar,
que cada invento mío
lo hago con el poderío
que tengo como inventor.
Pero mi invento mejor,
es que sigo siendo Pío

Pío, a  sus 82 años (estamos en 1999),  siempre lleva  su cabito de tabaco colgando de la bemba (en Cuba llaman así al labio inferior)  y una sonrisa maliciosa, como  de niño a punto de tirar un petardo al paso de la procesión del Silencio. Gran degustador de vino tinto y ron añejo, siempre de buen humor y sobrado de ingenio, es, en el mejor sentido de la palabra,  pícaro. El más auténtico y genial de los que se pasean por La Habana.


Además de compositor de, entre otros muchos,  el legendario son Francisco Guayabal, que inmortalizara  "El Bárbaro del Ritmo",  Beny Moré, y formar parte  de  orquestas  que protagonizaron la edad de oro de la música cubana, Pío Leyva fue cantante, junto a Carlos Embale, de la primera formación de  Compay Segundo y su Grupo, surgido  en 1957 tras la separación del Dúo Los Compadres. De aquella época recuerda la peripecia de su primera grabación. Fue el 13  marzo del 57. En La Habana se sucedían a diario episodios convulsos que anunciaban el fin de la dictadura de Fulgencio Batista, pero aquella mañana no iba a ser una mañana cualquiera. Una ensalada de tiros se mezcló inesperadamente con las voces y las guitarras del grupo cuando intentaban  grabar  La Juma de Ayer . Al otro lado de la calle se estaba produciendo un  asalto al palacio presidencial  del que, por los pelos, escaparía Batista al lanzarse a la desesperada por una escalera de servicio. La grabación tuvo que interrumpirse porque, por el  micrófono, además de las voces y las guitarras se colaban también los tiros como convidados de plomo.


Todos los días, a eso de las 9 de la mañana, viene  desde el barrio de Alamar, en el  extremo opuesto de La Habana, donde vive con su hija Rosalía, a tomar café  en  la casa que he alquilado frente al estudio. Suena la puerta y antes de abrirla escucho la cantinela con la que él me saluda cada vez que nos encontramos:


Viva España cañí,
Viva España, coñá.
Me gustan los berberechos,
la angula me gusta más
(¡Pero es cara con co-jo-ne!).




Por si fuera poco, siempre remata la rima con unas sonoras risotadas  para que se entere  todo el barrio de que ha llegado  El Mentiroso, El Montunero de Cuba, El Rey del Son Montuno... Pío Leyva. 

Le ofrezco café cubano bien colaíto y un plato de fruta bomba, ojo con llamar en La Habana a esta fruta por su nombre más común, porque la papaya aquí es también, en lenguaje popular, el órgano sexual femenino. Y no seré yo quien diga una palabra más alta que otra. Por esos matices semánticos que caracterizan a la lengua española, según el lugar donde se hable,   ya hice suficientemente el ridículo ayer. Resulta que se nos estaba atravesando el día por culpa de una canción que no acababa de convencernos y empezó a cundir cierta inquietud  en el grupo, técnicos y empleados del estudio incluidos. Después de probar una y otra vez con diferentes versiones comprobamos que había una tendencia exagerada a acelerar el ritmo que no favorecía en nada el resultado final. Nos reunimos todos en una especie de cónclave alrededor de la mesa de mezclas y no se me ocurrió mejor idea para pedir sosiego que comenzar citando el célebre dicho taurino: “Parar, templar y mandar”. No recuerdo lo que dije después, solo recuerdo las caras de los músicos, alguna carcajada sorda y un codazo de advertencia del técnico que tenía al lado. Nadie me había advertido que en Cuba, parar, además de las acepciones que conocemos todos, equivale a  tener una erección; templar quiere decir, ni más ni menos que  follar. Y ahora póngale usted lo que quiera para arreglarlo pero para un cubano, se excuse uno como quiera excusarse, la cosa tiene sandunga y no hay quien la arregle, ni  echándole la culpa al  Cossío,  ni de ninguna otra manera.

 Menos mal que en ese punto terció Pío con una de sus sentencias: ¡Señores, ante la duda pa`tras, que es más sabroso!. Todo el mundo entendió el mensaje y yo, haciendo mutis, pedí que nos trajeran unas cervecitas Cristal bien frías para refrescar  las ideas. Así era el viejo sonero y avezado bergante que tuve la inmensa suerte de conocer


             Por cierto, en otro capítulo hablaré de la bergantería, forma que utilizaba Compay Segundo para referirse  a las correrías que nos pegábamos por La Habana él mismo, Pío Leyva y un servidor. Dignas de ser contadas.

Continuará...


martes, 19 de enero de 2010

Compay Segundo Y Pío Leyva, Soneros de Leyenda

 Alguien podrá pensar que se trata de personajes salidos de una novela del realismo mágico, pero no. Para ser exactos, lo que para nosotros es el realismo mágico, para ellos es, sencillamente, el realismo. Del mismo modo, lo que para la música occidental es el contrapunto, para ellos es, sencillamente, el punto.

Compay Cuenta su Vida - "La Música del Compay".

Escuchar audio:

Grabado en La Habana en 1997

domingo, 17 de enero de 2010

Conversación con Pío Leyva

                                                              
Escuchar audio 



Grabado en octubre de 1988.
Continuará...

sábado, 16 de enero de 2010

UN TESORO EN UNA VIEJA MALETA

          
            Ordenando mis cosas he encontrado,  guardado  cuidadosamente en una vieja maleta, un pequeño gran  tesoro: Varias cintas de cassette  en las que hará 12 o 14 años  grabé  largas conversaciones con Pío Leyva y Compay Segundo.

            Sería injusto condenarlas al olvido, entre otras cosas porque   las  historias que cuentan son una impagable lección de humanidad y de virtuosismo narrativo. Como muestra os diré que me ha emocionado especialmente un relato de Pío en el que cuenta que, a la edad de 7 años, se subía  a una mesa en la cantina de un central azucarero  para cantarles, antes de que se fueran a dormir a sus barracones, a los inmigrantes haitianos que trabajaban allí cortando caña. Casualmente hoy, cuando  desde Haití llega la  noticia del tremendo desastre humanitario causado  por un devastador  terremoto. Precisamente haitianos, un pueblo siempre olvidado y sometido a la esclavitud al que nunca, ni la  historia ni los desastres naturales,  han dejado vivir en paz.

       Creo que es de ley compartir con vosotros  la emoción que Pío y Compay  transmiten  y su dominio  innato del arte de la narración oral al describir  sus recuerdos. Me he puesto inmediatamente a digitalizar las cintas y a transcribir algunos fragmentos. Es un trabajo ímprobo porque son muchas las horas de conversación. Pero merece la pena.

      En breve publicaré un pequeño adelanto,  y más tarde, en cuanto tenga algún audio disponible,  lo subiré también para que escuchéis la música que tienen sus palabras.

      Sé que he dejado a medias la narración de "Una Grabación con Historia",  prometo retomarla. Sé también que el blog se me puede ir de las manos, si no se me ha ido ya.  Y  también sé que el título que le puse el primer día ya no tiene nada que ver, o tal vez sí, con los contenidos. Pero algo me dice que debo hacer un paréntesis para contaros esta historia olvidada en una vieja maleta.
Gracias anticipadas por la paciencia,  y por seguir ahí.


PÍO LEYVA, PUNTO Y APARTE
Transcripción literal de una conversación con Pío Leyva en 1998


Yo nací el día 5 de mayo del año 1917 en la calle Narciso López,  en la ciudad de Morón, Cuba. A los 3 años mis tíos me llevaron a vivir con ellos a la colonia Lombillo, del central azucarero Jaronú, donde regentaban una fonda. Yo ya tendría 7 años cuando empecé a trabajar sirviendo comida a los trabajadores haitianos del central. Por la noche, cuando terminaba de fregar y eso, me ponía a  cantarles subido a una mesa. Un buen día un haitiano de los que iban ahí me regaló un par de bongoes  que él mismo había fabricado. Se afinaban con tres cuerdas y  un palo abajo que  había que retorcer para tensar los cueros . A los 9 años regresé a Morón, entonces en mi casa había una mata de tamarindo,  yo por las tardes me encaramaba en aquella  mata y empezaba a cantar: 

"Afrocubano soy, afrocubano.
 Por mis venas corre sangre 
del continente africano, 
por eso me gusta el son, 
donde canta la guitarra
 los motivos de mi tierra 
de la era colonial. 
Ay mamita" 

         Entonces, cuando salía por la calle todo el mundo me decía ¡Oyee, cómo tú cantas, y cómo tú cantas...! hasta que llegó el director de un septeto, Mongo El Caramelero, y me dijo que fuera a ensayar a la casa de él,  entonces yo iba todas las noches. Pero yo no iba por el canto, yo iba porque me daban chocolate y caramelos. Ellos eran los que hacían los caramelos, y galletas y eso, y mantequilla, entonces yo no fallaba nunca, porque yo iba a jamar.


       Más tarde, un señor que vivía al lado de mi casa, Pablo Bernal,  me dijo que quería llevarme a un baile a cantar, yo tendría poco más de 10 años, él estaba sembrando maíz en su patio y me puso a güataquear maíz. Yo lo ayudé porque  dijo que me iba a llevar al baile, bueno. Almorcé en la casa de él un plato de carne de res,  y yo me dí una jartá. Ya tu sabes. Porque yo estaba... 
          Al día  siguiente me llevó al baile, era en la finca "La Serrana". Fue bajar de los caballos a las 6 de la tarde y ponernos a tocar sin parar hasta las 7 de la mañana del día siguiente que terminaba el baile. A eso de  las 6  ya estábamos cantando la despedida:

"Vámono, vámono, 
vámono, caballero,
 que ya la fiesta se acabó" 

              No habíamos terminado de cantarlo y ya venía un guajro de esos, con un machete aquí, y nos decía: "¿Qué?, ¿que dicen ustedes que se van ya?.  No, hasta que el sol no dé en la puerta esa no se van ustedes de aquí. Teníamos que estar ahí hasta que saliera el sol.  Pero esos guajiros eran muy buena gente, fiesteros como nadie. Ahí me gané los primeros  40 centavos de mi vida como cantante y además  fui cogiendo  buen nombre entre los guajiros. Nos trajeron  los caballos que andaban sueltos por la finca y llegamos a Morón a las 10 de la mañana, pero me puse alegre porque llevaba 40 centavos en el bolsillo. Y en mi pueblo la libra de carne valía un medio centavo, lo mismo que 6 libras de azúcar. 
Continuará...

jueves, 14 de enero de 2010

Una Grabación con Historia - Capítulo III




ESA TOMA HAY QUE REPETIRLA

La hora de la verdad llegó el día 1 de febrero de 1999. Músicos, ingenieros, asistentes y productor nos trasladamos con nuestros pertrechos a los recién estrenados Estudios Abdala,  de  Silvio Rodríguez, situados en el habanero barrio de Miramar. Allí íbamos a permanecer  más de un mes con un solo propósito, plasmar en un álbum y con la mayor fidelidad posible el proyecto de un joven músico de 91 años.

           En este momento se añadieron al grupo Vionaika Martínez y Mayelín Pérez, dos voces de una belleza fuera de lo común; Lázaro “Fino” Rivero, contrabajo; Rey Guerra, guitarra; el veterano Alejandro “Andito” Rodríguez, percusión menor y coros,  y Julio Iznaga, percusionista durante muchos años de la Orquesta Aragón. La primera impresión no puede ser más positiva, el repertorio ya está maduro y se podría empezar a grabar desde la primera sesión con suficientes garantías. Virgilio “El Gallego” Fernández, técnico de confianza también  de nuestros amigos Santiago Auserón y Raimundo Amador, toma notas tema por tema y estudia cada detalle. Hay que preverlo todo antes empezar.

A las once de la mañana comienza la grabación. La canción elegida para romper el hielo es "Viejos Sones de Santiago", un popurrí que  ha compuesto con fragmentos de sones tradicionales poco conocidos. Todo parece bajo control, pero a última hora  el maestro ha decidido introducir algunas modificaciones y hay que rehacer todo lo ensayado anteriormente. Por si fuera poco, Compay propone grabar con todos los músicos en directo,  "sin telefonitos ni boberías de esas, como  lo hacíamos antiguamente" (Compay llamaba "telefonitos" a los auriculares). 

Tenía su punto de razón, las grabaciones con todos los músicos en directo son  más cálidas y  ganan en naturalidad, pero técnicamente plantean muchos problemas  e inevitablemente se sacrifican  aspectos fundamentales como la mezcla y el equilibrio dinámico, además de complicar enormemente  la edición. Compay estaba acostumbrado a grabar así desde los años 30, todos los músicos rodeando un solo micrófono y en una sola toma porque las placas eran muy caras y servían para un solo uso.  Si no salía bien a la primera, mal asunto. Hoy, con lo mejor de  las últimas tecnologías a nuestra disposición,  lo más sensato sería grabar los instrumentos en pistas independientes. De este modo,  la mezcla y la edición se realizan con las mayores garantías. Finalmente decidimos adoptar una solución salomónica, primero grabamos una base rítmica, después  las  voces y la guitarra  y, finalmente, el resto de los elementos uno a uno. 

Tras los primeros intentos el resultado no es del todo satisfactorio, le falta la energía de la versión ensayada en los días previos. La rigidez del estudio pasa factura en los primeros intentos. Horas después, más relajados,  conseguimos una toma excelente. Las voces de Mayelín y Vionaika suenan a coro de ángeles y Compay se muestra  encantado con el resultado: “¡Esto si estuvo sabroso, eeechaaa!.

Al finalizar la mejor toma de la mañana reunimos a todo el equipo para escuchar el resultado. Ya tenemos un tema grabado. Pero mientras todo el mundo se felicitaba por el éxito, Pío Leyva permanecía impasible, cruzado de brazos, con su puro prácticamente consumido amenazando quemarle los  labios y moviendo la cabeza de un lado a otro con un gesto de desaprobación. “¡No, Chico, no… esa toma hay que repetirla, señore!”. Tras el desconcierto incicial, Pío señala con el dedo índice una botella de ron añejo, que alguien había dejado en el suelo y repite de nuevo: “¡Digo que esa toma hay que repetirla, caballeeeero, traigan vasos pa to`l mundo!”. Dicho y hecho, cada cual tomó su vaso para brindar con un  trago de ron a palo seco siguiendo el acertado consejo de Pío.

Por cierto,  Pío Leyva, su vida, su personalidad y su obra  merecen un capítulo aparte y estoy pensando que, sin ir más lejos, va a ser  el próximo. Atentos.

Continuará...





martes, 12 de enero de 2010

Una Grabación con Historia - Capítulo II

EL SON, MÚSICA DE CÁMARA

...A cada tirón de la cuerda aparecía un músico por la puerta: Rafael Lázaro Inciarte, apellido ilustre en la música cubana, primer clarinete; Haskell Armenteros, segundo clarinete, emparentado con Alfredo “Chocolate Armenteros y con Beny Moré; Rosendo Nardo, clarinete bajo. Los tres son integrantes del quinteto de Maderas de La Habana, que se unieron al cuarteto de Compay integrado por Benito Suárez, guitarra; Hugo Garzón, voz prima; Salvador Repilado, contrabajo; Fournier, bongó . Así, bajo la sabia dirección del maestro, empezó a gestarse lo que meses después sería su disco predilecto, "Calle Salud".


Hacía tiempo que Compay tenía ganas de grabar un disco con acompañamiento de clarinetes, es el instrumento que tocó en su juventud y dice que ya tiene en su cabeza los arreglos de cada tema para un trío de maderas. Recuperar aquella sonoridad de principios del siglo XX a tan solo unos meses del siglo XXI puede resultar extraño. Algo nuevo, pensarán muchos, pero en el universo del son el clarinete es un viejo compañero que desapareció discretamente tras la irrupción de las secciones de metales en las grandes orquestas. Las trompetas, los trombones y los saxos, gracias a la influencia de las big band americanas, se enseñorearon sobre los escenarios de toda Cuba desde los años cuarenta para acabar triunfando definitivamente en los cincuenta en todas las pistas de baile. En la memoria de los buenos aficionados están escritos con letras de oro nombres legendarios como la Orquesta Gigante de Beny Moré y Generoso Giménez, la Casino de la Playa con Miguelito Valdés, las de Pérez Prado, Mariano Mercerón, Félix Chappottín, Julio Cueva, Mozo Borgellá, Roberto Faz; las memorables jam sessions de Bebo Valdés y los hermanos Cachao, Orestes e Israel y tantas otras. La Isla entera era un frenesí de música y músicos hasta tal punto que la población podía dividirse demográficamente en dos grandes grupos: los que tocaban y los que bailaban. Géneros como el mambo, el cha cha cha, el afro, junto al bolero y el son se apoderaron de la conciencia colectiva de todo el pueblo cubano y se extendieron después por todo el mundo como una inmensa ola de sabrosura y calidad. Así vino sucediendo hasta nuestros días con los Van Van, Irakere, NG La Banda con sus metales del terror o La Charanga Habanera. En todas ellas los metales son los auténticos amos de la fiesta, la madera prácticamente ha desaparecido. Pero, como en todas las historias de la historia, también hubo un antes.


Compay comenzó su carrera musical tocando clarinete con la Banda Municipal de Santiago de Cuba cuando todavía era un adolescente. Con ella vivió uno de sus primeros momentos de gloria en 1929 al ganar el Concurso Nacional de Bandas celebrado en La Habana con una pieza en la que, para asombro del público, los músicos dejaron de tocar sus instrumentos y acabaron silbando la melodía. El premio consistía en tocar el himno nacional en la ceremonia de inauguración del Capitolio encabezando el desfile de autoridades. En los los años treinta y cuarenta siguió tocando clarinete en el Conjunto Matamoros con el que viajó a México, allí convivió con la bohemia local, participó en varias películas e hizo amistad con Agustín Lara y María Félix quien, según el Compay, cocinaba un exquisito mole de huajalote.

         El clarinete no era entonces un elemento tan ajeno al son como hoy pudiera parecernos. La calidez de la madera y la riqueza de texturas que aporta este instrumento siguen cautivando, a pesar de los años y de las modas. Por eso mismo algunos creerán escuchar algo sorprendentemente clásico y moderno a la vez en “Saludo a Changó”, o en el danzón “Se Perdió la Flauta”. Sencillamente se trata de la autenticidad de lo que es hermoso desde la raíz, de algo que es más moderno que la propia moda. La exigencia ética y estética por encima de los imperativos comerciales. El son exquisito como música de cámara.

Pero no quiero extenderme más de la cuenta en estas disquisiciones porque tengo cosas más interesantes que contar.

Continuará...